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Las Drogas: un análisis desde la sociedad, la salud y la espiritualidad basado en mis experiencias

Las Drogas, mi experiencia personal

El impacto de las drogas ha marcado mi vida y mi camino de autodescubrimiento. No solo he absorbido conocimientos a través de la observación y el estudio, sino que también he experimentado en carne propia sus efectos y he compartido historias intensas con personas que dejaron huellas profundas en mi recorrido. Este artículo es una apertura sincera a mis vivencias y pensamientos sobre este fenómeno, explorándolo desde diversas perspectivas para provocar una reflexión poderosa y transformadora.

1. Las drogas como escape y el ciclo destructivo

En nuestra sociedad, el consumo de drogas como el alcohol, la marihuana, el éxtasis, el MD, la ketamina o la cocaína suele verse como una solución rápida para calmar la ansiedad, el malestar emocional o el dolor. Sin embargo, estas sustancias, al igual que otros placeres inmediatos como el sexo desenfrenado, solo ofrecen un alivio temporal. Cuando ese alivio desaparece, el malestar se incrementa y la necesidad de consumir más se vuelve apremiante. Es así como se inicia un espiral que debilita la voluntad, el espíritu y hace que la vida se torne gris.

En mi experiencia, consumir distintas drogas y especialmente cocaína, al principio me hizo sentir productivo, elocuente y con una falsa sensación de lucidez. Pero con el tiempo, esa impresión se desmoronó. El consumo constante de esa droga, al igual que otras, vacía la dopamina; sientes cómo la pasión por las cosas que antes amabas desaparece poco a poco. Esto te deja en un estado de agotamiento, con el cuerpo y la mente deteriorados, un sentimiento de bruma y apatía, atrapado en un estilo de vida que no aporta nada trascendental ni conexiones significativas.

2. La estructura social y el fomento del consumo

Vivimos en una sociedad que fomenta la hiperproducción, la competitividad y el consumo desmedido. Los medios de comunicación y la publicidad nos venden una versión falsa de la felicidad: tener mucho dinero, ser admirado por la belleza, acumular bienes materiales y ejercer poder. Esta construcción social retorcida nos mantiene en un ciclo vicioso que solo refuerza la desconexión interna.

Incluso las redes sociales contribuyen a esta narrativa, mostrando influencers que aparentan tener vidas perfectas llenas de lujos y viajes, pero que a menudo enfrentan vacíos existenciales profundos y heridas no sanadas que, con el tiempo, pueden empeorar hasta convertirse en psicopatías. Este modelo perpetúa la idea de que nuestra valía depende de lo externo, lo que hace que muchas personas busquen parches como las drogas o relaciones superficiales para llenar ese vacío.

3. El desmoronamiento del ego y tocar fondo

Para mí, el consumo de drogas fue una etapa en la que mi ego y el personaje que había construido se desmoronaron. Creía que la felicidad estaba en cosas como el sexo casual, consumir las sustancias que quería de forma desmedida o vivir un estilo de vida sin responsabilidades y con plena libertad para experimentarlo todo. Pero, cuando logras todo eso y sigues sintiéndote vacío, te das cuenta de que esas metas eran ideales erróneos, apegos a conceptos sin un valor real y lo peor es que traen consecuencias que aumentan el sufrimiento y la infelicidad.

Cuando tocas fondo, cuando el cuerpo comienza a enfermarse y las ganas de vivir van disminuyendo, es cuando te enfrentas a la oportunidad de buscar algo más profundo. En esa oscuridad, descubrí que la espiritualidad es una forma de ver la realidad tal como es: sin prejuicios ni ideales falsos. Es un camino de desapego del ego y de reconexión con lo que realmente importa.

4. El impacto de las conexiones superficiales

Mientras estás atrapado en un ciclo destructivo, atraes personas que también están lidiando con sus propias sombras. Estas conexiones suelen ser efímeras, basadas en el consumo o en patrones destructivos compartidos. Al final, cuando todo se derrumba, te das cuenta de que muchas de las personas a las que diste amor, tiempo y dedicación no estaban realmente conectadas contigo. Es en ese momento cuando comprendes la importancia de rodearte de relaciones sanas y significativas.

5. Las drogas como un tránsito, no un tabú

No considero que las drogas sean intrínsecamente malas. Son un tránsito que algunas personas necesitan atravesar para darse cuenta de lo que realmente suma a sus vidas. El consumo es un escape del trabajo interno y del sufrimiento, pero también puede ser una puerta hacia un despertar. Por eso, no hay que sentir vergüenza por haber estado en ese camino o estar transitándolo. Lo importante es reconocer esta etapa como una oportunidad para crecer, hacer frente al sufrimiento, reconstruirse y dejar atrás las creencias limitantes que sabotean nuestra autoestima.

6. Una visión hacia la reconstrucción

Dejar los vicios destructivos no se logra únicamente privándose de ellos. Cuando se corta un vicio pero no se sana la herida que genera el vacío, tarde o temprano se puede recaer en el vicio. La solución real es un cambio interior profundo. Es como un recipiente que antes se llenaba con cosas dañinas para escapar del sufrimiento. Si no te haces cargo de ti mismo, de tus heridas, y no las sanas, ese recipiente seguirá atrayendo cosas efímeras para llenarlo. Las heridas pueden ser muy distintas en cada persona, pero un común denominador es el miedo.

Cuando realizas el trabajo interior espiritual, ese recipiente cambia a nivel alquímico. Una vez que está lleno con lo que realmente importa y superas tus miedos, ya no hay lugar para lo dañino, porque el nuevo recipiente lo rechaza. En mi caso, al hacer ese cambio profundo, ni mi cuerpo ni mi mente buscan más sustancias o actividades que me alejen de mi nuevo norte.

Todos tenemos un camino distinto, una misión y un potencial únicos por desarrollar. Encontrar ese norte requiere constancia, dedicación y tiempo. Sí, habrá recaídas, pero cada recaída es una oportunidad para seguir trabajando hasta que, en lo más profundo, ya no sientas atracción por aquello que te hacía daño. Comienzas a valorar más el sentirte realmente bien, cuidando tu cuerpo, tu mente, vinculándote con personas que te aporten y dedicando tiempo a lo que te hace crecer. Es la sabiduría que se adquiere para saber a que dedicarle tiempo y energía y a que NO.

Esa liberación es una de las cosas más hermosas. Llega cuando menos lo esperas. Recuerdo el momento en el que, tras superar tantas cosas, me sentí yo mismo otra vez, mejor que nunca. Lloré de felicidad, algo que nunca antes había experimentado. Fue un llanto profundo, como si las capas de dolor y frustración finalmente se hubieran desprendido. Desde entonces, todo cambió para mejor. Aunque el trabajo nunca termina, los desafíos ya no me asustan. Ahora sé que puedo enfrentarlos con fuerza y claridad.

7. Un mensaje de esperanza

Si estás leyendo esto y sientes que estás atrapado en un ciclo destructivo, quiero decirte que hay salida. Tocar fondo no es el final; es una oportunidad para redescubrirte, para reconstruir tu vida con una base más sólida. No importa cuánto tiempo lleves en ese camino, siempre hay una luz esperando a ser encontrada. La clave está en trabajar en ti mismo, en buscar la ayuda necesaria y en rodearte de personas y entornos que te impulsen a crecer.

El camino hacia la libertad personal no es lineal, y habrá momentos de duda y recaídas, pero cada paso que des hacia adelante te acercará a una vida más plena. Confía en que tienes la capacidad de cambiar, de dejar atrás aquello que no te hace bien y de construir una versión de ti mismo que esté alineada con lo que verdaderamente importa. La felicidad no está en lo externo, sino en el trabajo interno que realizas día a día. Este trabajo no es de un día para otro, requiere tiempo, pero de a poco te irás sintiendo más fuerte, menos dependiente y sobre todo con menos miedo.

Para finalizar hay una frase que me gusta mucho y dice así:

“Deja de perseguir mariposas. Cuida tu jardín, y las mariposas llegarán a ti.”

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Anónimo

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